Pensamiento y Sentimiento sobre el Notariado

  • warning: array_merge() [function.array-merge]: Argument #2 is not an array in /home/acervono/public_html/includes/theme.inc on line 275.
  • warning: array_merge() [function.array-merge]: Argument #1 is not an array in /home/acervono/public_html/includes/theme.inc on line 278.
  • warning: array_merge() [function.array-merge]: Argument #2 is not an array in /home/acervono/public_html/includes/theme.inc on line 275.
  • warning: array_merge() [function.array-merge]: Argument #1 is not an array in /home/acervono/public_html/includes/theme.inc on line 278.
  • warning: array_merge() [function.array-merge]: Argument #1 is not an array in /home/acervono/public_html/themes/newsflash014/themes/newsflash/template.php on line 28.
  • warning: array_merge() [function.array-merge]: Argument #2 is not an array in /home/acervono/public_html/includes/theme.inc on line 275.
  • warning: array_merge() [function.array-merge]: Argument #1 is not an array in /home/acervono/public_html/includes/theme.inc on line 278.
Con el único ?n de poner una serie de conceptos y valores para el notariado me he permitido hacer esta compilación en que el notario argentino Santiago Raúl Deimundo nos habla sobre la vocación en las profesiones, lo que es el notariado, el camino hacia la seguridad jurídica, los peligros de un desvío, los retos actuales y las necesidades de adecuarnos, vaya pues esta compilación con ese ?n.
 

Notario Antonio García Medina

Santiago Raúl Deimundo.
“Sinopsis”


I.-La profesión

“En el compromiso de entrega y en el amor dónde el hombre crea su personalidad y su circunstancia. En su sed o su fervor de crear vínculos con lo valioso del mundo y que considera sagrado para él, es lo que constituye al verdadero hombre y el verdadero sentido de su existencia”. Rafael Gambra

El verdadero destino del hombre su autodeterminación “de ser y lo que puede hacer” es simple y llanamente el desarrollo y perfeccionamiento de su propia vida.

Su destino, profesión o vocación es la expresión del ideal ético que representa la fuerza viva de la inteligencia del hombre al servicio de la elevación moral.

Detrás de toda profesión existe siempre un ideal sin cuya inspiración nuestro obrar carecerá de esa fuerza creadora que solo el espíritu puede suministrar.

Con el ideal nace siempre la esperanza, que es la espera con?ada en alcanzar la meta proyectada de la cual somos partícipes, por un llamado interior y en parte por nuestras propias acciones, lo primero es parte de la vocación y lo segundo a nuestra libertad de decisión.

La vocación, es ese llamado interior selectivo e inexplicable que pertenece al núcleo espiritual del hombre y que a su modo señala el camino de lo que debe ser, ese llamamiento íntimo a “hacer de un modo y no de otro” según Laín nos pone en la dicotomía de aquel que pretende ejercer una profesión sin vocación, que tendrá que soportar la carga de sobrellevar su propia infelicidad; únicamente el amor, esa fuerza que genera toda vocación, podrá alimentar nuestro espíritu y voluntad en la tarea de lograr el ideal perseguido. Ortega y Gasset dice y dice bien “la felicidad es la vida dedicada a ocupaciones para las cuales cada hombre tiene singular vocación”.

La profesión, es esa forma de es- pecialidad con la que uno ha nacido y cuando es vocación se convierte en el ejercicio en el cual se encontrará la más hermosa de las existencias. Sin embargo, es cierto que no siempre “se nace” con esa inclinación ni se descubre espontáneamente; ella es el resultado de un proceso de formación moral y espiritual, indispensable, por el cual realizamos una tarea de deliberación y elección que generalmente ocurre en nuestra adolescencia y juventud. Que al in?ujo de nuestra circunstancia familiar y educacional nos enciende de entusiasmo y pasión de trascender en nuestro mundo.

Conocer el espíritu de la ocupación o profesión que pretendemos la moral que lo sustenta y su valor nos coloca y nos ubica en el ejercicio de lo que pretendemos ser y a lo que seremos plenamente ?eles. La profesión enriquece la inteligencia del hombre y embellece su corazón cuando es ejercitada en miras de un ideal, descubriendo ese inmenso horizonte que solo resplandece cuando su función sirve al ser humano y a la sociedad. Es ésta la trascendental que le otorga valor y utilidad.

La profesión presupone el estudio de la ciencia y de la cultura al servicio del hombre, en bien de la sociedad.

La lucha individual del hombre es la propia de la sociedad por él formada; coexiste con ella en el esfuerzo de alcanzar el bien común como una sociedad ético-social de superación y perfección.

Así plasmada la sociedad, en la coexistencia de sus miembros, las profesiones desarrolladas, articuladas, incitas en aquella, reservándose una función inminentemente social, de contribución al bien común, de retribución a la sociedad que las hizo posible. El bien común entendido como el bien de todos y el personal de cada uno, encierra esa correspondencia mutua de deberes y obligaciones.

Para el profesional el destino de toda su vida consistente en una voluntad de servicio a la comunidad. El rasgo social esencial de la vocación individual es “una vocación social”, lo que signi?ca a conciencia que nuestras ocupaciones satisfacen necesidades de otros, en tanto que las propias son de igual manera satisfechas por las del prójimo. Ello es el resultado de una común humanidad de admitir que nuestro terreno es la sociedad y que el bien común no es sino el ?n común de todos.

Por lo tanto, la vida consagrada y la formación profesional es la vida esforzada, enriquecida y forti?cada por heroicos renunciamientos en aras de enriquecimientos espirituales, individuales y sociales. (Es lo que para Ortega y Gasset considera sinónimo de vida esforzada presta siempre a superarse, asímismo, a trascender de lo que es hacía lo que se propone como deber y exigencia.) En un amplio concepto el formar profesionales no garantiza por si misma la educación si ésta omite el desarrollo del espíritu, en una identidad intelectual y humanística.

La educación tiene una excepción mucho mas amplia que la de meramente instruir, no es su objetivo sólo el conocimiento por el conocimiento mismo, sino el conocer para saber servirse de los conocimientos, y ello se logra únicamente con un ideal ético de cultura, éste ideal debe ser de un enriquecimiento espiritual, de recta conducta y de sentido humano y social en el futuro que hacer.

En esto la universidad tiene como misión el forjar hombres que adquieran conciencia de que el contenido propio de la profesión pasará a formar parte de la existencia, con carácter de?nitivamente comprometido a sus vidas.

La Universidad debe ?jar derroteros a ?nalidades más nobles y profundas, esenciales como el amor a la verdad nada puede describirse, ni expresarse ni enseñarse. Si se suprime la verdad se desvanecen todas las disciplinas, perecen todas las ciencias.

Platón cuando le habla a la juventud de la verdad le dice que es: “Sentir aversión a la mentira y no estar nunca dispuesto a admitirla; es necesario que quien esté realmente enamorado ame todo cuanto se relacione y atañe al objeto de su amor, así es necesario que el verdadero amante de la ciencia aspire, desde su primera juventud a la verdad”.

¿Por qué ese necesario acercamiento de la juventud a la verdad? ¿Qué especiales cualidades reúnen los jóvenes para hacerlos merecedores? La natural magnanimidad que poseen, las buenas esperanzas en el futuro, pero esencialmente la nobleza de la honestidad de sus acciones, parece ser la respuesta al interrogante. La virtud de lo honesto es un alto valor espiritual que debe ser preservado en la educación de la juventud, porque ella forma parte esencial de la verdad moral, la cara más obligada de la verdad.

No cabe duda de que la verdad es fuerza, impulso y meta ?nal en los cultivadores de las ciencias; oscurecerlas en los jóvenes es habitarles el sendero de la inseguridad, del error o de la mentira. En efecto; nada proporciona tanta seguridad como la diáfana verdad; ella nos ilustra y esclarece, nos ennoblece y eleva. Su posesión nos hace fuertes: “Nada temo, pues tengo la verdad, que es poderosa”, exclamaba Sófocles. No es abierta a todos como un “bien común”, y a ello se re?ere magistralmente San Agustín: “Tenemos en la verdad un tesoro del que todos gozamos igualmente y en común...; sus manjares no se dividen en partes; nada de ella bebes tú ni que no pueda beber yo. Nada de lo que de ella participas conviertes en algo exclusivamente tuyo, sino que todo lo que de ella tomas queda íntegro también para mí”.

Lo cierto es que la búsqueda de la verdad es eterna, como in?nito es el afán de sabiduría y perfección del hombre. Pero si tan genialmente hemos abordado el tema de la verdad, el propósito no ha sido otro que resaltar sus valores respecto de nosotros mismos, pero sobre todo frente a aquellos que al abrazar una vocación profesional poseen en la verdad el supremo valor de sus conciencias.

¡Deber! Nombre sublime y grande, tú que nada agradable encierras nada que implique insinuación sino nada que reclame sumisión... ¿Qué origen es digno de ti y dónde se encuentra la raíz de tu noble estirpe? (Kant).

II.- Conciencia y moral profesional

Conciencia ética y moral las utilizamos comúnmente con parecidos signi?cados. Así se expresa que un individuo obra “a conciencia” “según conciencia” se habla también de “tener conciencia”, “consultar con la conciencia”, “descargar la conciencia”, “hacer un examen de conciencia” todas expresiones comunes utilizadas corrientemente con un explícito sentido moral.

Para Rousseau hay en el fondo de nuestras almas un principio innato de justicia y de virtud, conforme al cual juzgamos por buenas o malas nuestras acciones, y le denomina conciencia o “la voz del alma” (juez infalible de lo bueno y de lo malo que hace al hombre semejante a Dios).

Para la Iglesia “la voz de la conciencia” es lo que el hombre descubre en “lo profundo de su mente existe una ley que el no se dicta a si mismo, pero a la cual debe obedecer ya que si no esta voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón, advirtiéndole que debe amar y practicar el bien y debe evitar el mal: haz esto..., evita aquello... la conciencia es el núcleo mas secreto y sagrado del hombre, en el que este se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla”.

Respecto de la conciencia profesional Peinador Navarro la de?ne como “la justa apreciación de los deberes que, ante Dios y ante la Sociedad incluye el ejercicio de toda profesión o de cualquier cargo público o de la realización de cualquier misión que trasciende al exterior, o que se sale del ámbito de lo individual en su sentido estricto”.

En la conciencia profesional se nos exige siempre “un algo más” que no esta plasmado en Leyes ni Códigos pero que nos reclama nuestro deber profesional.

Por ello es necesario apreciar bien el ideal de nuestra profesión que nos permitirá determinar el conocimiento del deber y el contenido de nuestra responsabilidad.

En este sentido son precisamente los valores representativos de cada profesión los que nos señalan el camino. La respuesta a la interrogante del “que es” como esencia, y el “para que” como ?nalidad, es el fraternal lazo ético moral que une a la ciencia y a la conciencia.

La medicina de?nitiva como “el arte y ciencia de conocer, tratar y prevenir las enfermedades ofrece la perspectiva del más claro humanismo”.
Parecería que es una profesión nacida exclusivamente para practicar el bien; ya que para ello cuenta con los recursos de: La caridad, el desinterés, la abnegación y el altruismo. Más fundamentalmente en su misión en la vida humana cuenta, además, con el sentimiento más e?caz: el amor.

La dignidad humana no puede alcanzarse en el campo de la técnica en el que los hombres no tan expertos, esta, solo puede alcanzarse en el terreno de la ética.

Pensar que la ciencia y la técnica por sí sola nos permitirán alcanzar la felicidad sin el atributo divino de la fe, es desconocer la naturaleza humana y hasta la propia esencia de la vida. No cabe duda de que su presencia interior enriquece lo más personal y exclusivo del hombre, su espíritu puesto que la fe es ante todo esa pasión del corazón esa energía del alma cuya intimidad divina fortalece, otorgando con?anza y seguridad, aliento y vital fuerza creadora. Un modo de vivir que sustenta sus raíces en la virtud de la fe, es una vida esperanzada, con proyección de futuro, enriquecida por elevados ideales y sobre todo protegida con la presencia de Dios en su conciencia.

Para Alf Ross, “una actitud moral” esta caracterizada por un sentimiento de reverencia hacia la voz que viene de nuestros corazones. Y a?rma, que nadie ha expresado con mayor belleza que Kant el sentimiento del profundo temor frente a la majestad sublime de la ley moral, cuando dice: “dos cosas llenan mi corazón con un temor y una admiración siempre nuevas y crecientes: el cielo estrellado que esta por encima de mí, y la ley moral que esta dentro de mi”. Todo esto basado desde luego en creencias religiosas o ?losó?co-metafísicas sobre la naturaleza y el origen de la conciencia.

El ideal de la conciencia profesional nos dice que no existe alternativa en la elección del camino. Lo recuerda Saint-Exuperi en su tierra de hombres: la grandeza de un o?cio es quizá ante todo, unir a los hombres. Solo hay un lujo verdadero, y es el de las relaciones humanas.

La respuesta a ello la descubrimos en nuestros propios recuerdos haciendo un balance de los mejores momentos vividos. Los bienes materiales hacen nuestra propia prisión, nos hace solitarios amantes a la moneda de ceniza que no procura que nada valga la pena vivir. En cambio en las relaciones humanas ganadas sin espera de retribución material siempre estarán presentes aunque no hayan sido la justa compensación sino la satisfacción de nuestra labor cumplida.

De esta manera desentrañaremos la verdadera y auténtica fuerza que da vida y valor a las profesiones.

III.- ¿Que es el notariado?


“Los conceptos son los caminos del saber; por los conceptos nos llega todo. Es verdad que muchos conceptos notariales no han sido aún formados. Pero existen, aunque no se vea crecer la hierba no por eso deja de crecer” Rafael Núñez Lagos.

Cuando re?exionamos respecto de la profesión que ejercemos recordamos lo expresado por Ángel Ossorio: “todo hombre que ha cursado profunda y dilatadamente una disciplina esta en la obligación de explicar lo que piensa de ella”. Probablemente encontremos el origen en una excesiva dosis de audacia y admitamos que ella es el fruto del desvelo por la profesión. También podemos decir que acaso es la gratitud que tenemos como retribución a la sociedad que lo hizo todo posible o el deseo de mantener viva la fe que teníamos cuando abrazamos nuestra profesión.

El Notario responde a “una realidad secular de honda raigambre en el pueblo”. La sociedad le da vida como un elemento proteccionista consistente en autenticar realidades mediante una función que le es propia e inherente: la fe pública, una sensación de con?anza y credibilidad surge de este concepto histórico, cuyo fundamento ético lo hayamos en una virtud taumatúrgica: la buena fe.

Es indiscutible que la sociedad y sus miembros dependen recíprocamente.

En este sentido la sociedad tiene reservado al Notariado la misión de satisfacer necesidades de elevada trascendencia social, entendiéndose al notariado como función o bien al órgano que lo desempeña.

Como expresa Martínez Segovia: la función notarial ha hecho al órgano, y el conocimiento de su proceso histórico, sobre todo a partir de Roma, nos autoriza a decidir y a a?rmar que la necesidad social creó la función notarial.

Por su especial sociabilidad, el hombre siente la natural sentencia a comunicarse, a relacionarse con sus semejantes, expresándose por medio de un intercambio permanente de bienes y cosas, lo que deviene como una expresión de su espíritu solidario y creador.

Una forma de exteriorización de esa voluntad es el contrato, que se re?eja en toda su existencia en in?nitos acuerdos de voluntades, encaminados hacia su pleno desarrollo y bienestar.

Ver texto completo en archivo descargable en PDF

AdjuntoTamaño
Pensamiento y Sentimiento sobre el Notariado.pdf215.68 KB