Conferencia: Mensaje de la Hispanidad

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Presentación Autoridades

Amigos todos:

12 de Octubre…… ?esta del Pilar, romería de la Virgen de Zapopan, día de la Hispanidad. Otro año más nos reunimos españoles y mexicanos, mexicanos y españoles y aquellos, que sois muchos, que gozáis de las dos cualidades.
 

Luis Miguel Castañón Gutiérrez
Señoría Consul General de España en Guadalajara

El recinto que nos acoge no puede ser mejor. Corría el año 1796 y el nuevo y joven Obispo de esta Diócesis, navarro de nacimiento y tapatío de adopción y sentimientos, Don Juan Cruz Ruíz de Cabañas y Crespo imaginó unos patios en los que resonaran la algarabía y las risas de niños huérfanos, y también un lugar para la esperanza de enfermos y ancianos desamparados. Se disponía a construir esta Casa de Misericordia.

El trabajo se lo encargó al arquitecto, también español, Manuel Tolsá. La vida y las vicisitudes históricas del momento les privó a ambos de ver ?nalizada su obra. Pero el resultado nos rodea. Patrimonio de la Humanidad desde 1997, custodio de la magní?ca obra de Orozco, sede de la Primera Cumbre de Jefes de Estado de América Latina en 1991, Centro Cultural por excelencia. Sin embargo el espíritu caritativo que lo impulsó sigue vivo. En otro lugar, con mejores medios, con el cariño y la dedicación día tras día de otras personas y, sin embargo, manteniendo el nombre de su mentor.

El Obispo Cabañas, el arquitecto Tolsá, el también Obispo Alcalde, son algunos de los reconocidos compatriotas que han dejado sus huellas en estas tierras pero no los únicos.
Muchos miles más, anónimos en su generalidad, han forjado con su trabajo y conocimientos algo de lo que hoy es México en particular y la comunidad Iberoamericana en general. Algo que tuvo su origen un día como hoy pero hace ya 511 años.

12 de octubre, Fiesta Nacional de España. No celebramos un hito bélico, a pesar de ser abundantes en nuestra dilatada historia. Festejamos el encuentro entre dos mundos y dos culturas que hasta entonces se desconocían. O quizás sea más acertado hablar de varias culturas. Por el mosaico español habían pasado celtas, fenicios y griegos. Cartagineses y romanos. Suevos, vándalos, alanos y visigodos. Judíos y musulmanes.

De todos aprendimos, todos dejaron su saber, con todos nos mezclamos. Aquél cúmulo genético y cultural fue el que portaban los exploradores y aventureros que arribaron a este inmenso jardín al que llamaron América.

Y de nuevo se dio origen a otra fusión biológica y cultural con otros pueblos, algunos dominantes y otros dominados. De ese crisol surgió la realidad de que casi 400 millones de personas pensemos y sintamos en el mismo idioma, que podamos leer el Quijote tal cual lo escribió Cervantes, la prosa de Carlos Fuentes, los versos de Amado Nervo, García Lorca o Pablo Neruda.

Pero este idioma no sólo es la lengua de cultos, estudiosos y eruditos. Es también la del comercio, la de la industria, la del cine, la ciencia y la universidad. La que se habla en la calle y en el pueblo. Es un idioma vivo, dinámico y que constantemente se enriquece con nuevas aportaciones procedentes de esta inmensa comunidad lingüística. Prueba de ello son los dos Congresos Internacionales de la Lengua Española, el primero celebrado en Zacatecas en 1997 y el segundo en Valladolid hace apenas dos años y cuyo resultado más palpable es la vigésimo segunda edición del Diccionario de la Real Academia Española, que ha triplicado el número de voces americanas, entre las cuales, obviamente, se encuentran un importante número de mexicanismos.

Este acervo cultural que nos une, a pesar de las distancias geográ?cas y las distancias políticas pasadas, es a lo que llamamos Hispanidad.

Y también, como otros años, hoy se levantarán voces y se escribirán columnas que hablarán de genocidio, ocupación, conquista, usurpación, imposición, pero también lo dirán en español o, si lo pre?eren en castellano, no en inglés o alemán. Es bueno que existan discrepancias y distintas interpretaciones. Ello es sinónimo de libertad y fundamento de la democracia. Pero esa libertad, por desgracia, en muchas ocasiones se ve coartada y dirigida por las distintas formas de reescribir la historia.

Nadie pone en duda que la llegada de los españoles hace 500 años estuviera exenta de violencia. ¿Acaso alguna colonización a lo largo de la historia lo ha estado? ¿Existía fraternal convivencia entre los muchos pueblos precolombinos?

En el estudio e interpretación de la historia, si lo que se busca es la objetividad, debemos aplicar el principio jurídico de la Irretroactividad: No podemos juzgar hechos del siglo XV ó XVI con las leyes o mentalidad del XXI.

La deuda con las poblaciones indígenas debe llevarnos a proporcionarles los medios, sobre todo culturales, que les permitan ejercer la capacidad de elegir libremente si se integran al mundo frenético y globalizado, con sus ventajas e inconvenientes, o permanecen en sus formas tradicionales, también con sus ventajas e inconvenientes, pero sin caer en el error de convertirlos en reserva de la naturaleza o mera atracción turística.

12 de octubre…… pero de 1978, hace 25 años, nuestros parlamentarios constituyentes debatían, redactaban y retocaban los últimos artículos, los de más difícil consenso, los que siempre se dejan para el ?nal, de nuestra actual Constitución.

En la España de entonces vivíamos de forma intensa la gran aventura de una transición política pací?ca, no exenta de riesgos involucionistas y sobre la que se batía con inusitada violencia el terrorismo etarra. Una joven democracia, largamente deseada y esperada, daba sus primeros y difíciles pasos.

Aquellos padres de la Constitución, procedentes de todo el espectro sociopolítico, tuvieron la encomienda de articular un texto que integrara a Todos los españoles sin rupturas, sin revoluciones, sin resentimientos.

Se iniciaba la construcción de un gran edi?cio con capacidad no sólo para los 39 millones de entonces, sino también para las futuras generaciones e incluso aquellas personas que, procedentes de otros lugares, llamaran a nuestras puertas buscando lo que tantas veces habíamos buscado fuera de nuestras fronteras, algo que nos resulta ajeno a muchos de los aquí presentes: Oportunidades y libertad.

También esa gran casa debía incluir corredores que nos comunicaran con esa Europa a la que tanto mirábamos y tanto se resistía.

Los arquitectos comprendieron la envergadura del proyecto y lo que nos jugábamos en él y, sin renunciar a ideologías, ?jaron las bases, los objetivos, los principios que habrían de regir las futuras discusiones que, recogidos en el Preámbulo de La Carta Magna, me permito recordar a modo de homenaje por estos 25 años: - Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y las Leyes conforme a un orden económico y social justo.

- Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular.
- Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones.
- Promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida.
- Establecer una sociedad democrática avanzada.
- Colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pací?cas y de e?caz colaboración entre todos los pueblos de la Tierra.

No fue tarea fácil después de muchos años de dictadura, precedidos de la peor de las guerras, la que enfrenta a hermanos con hermanos, y muchos de violencia y desigualdades. Demasiada decadencia acumulada. Pero la voluntad era única y así aquel 31 de octubre el Congreso y el Senado aprobaron los 169 artículos que componen nuestra Ley de Leyes y que el pueblo español refrendó el 6 de diciembre siguiente por una mayoría del 88 por 100 de los votos emitidos.

En tres años se había desmantelado de forma pací?ca un régimen, basado en una ideología y una cultura, y sustituido por una democracia moderna y pluralista, modelo de transición para muchos países, sobre todo del este de Europa.

Hoy, cinco lustros después, en las bodas de plata de nuestra Constitución más longeva, España es una sociedad tolerante, no excluyente y pluralista.

Los españoles de todas las regiones deseamos una coexistencia pací?ca y nos manifestamos contra el sinsentido del terrorismo que aún nos golpea. Se han sucedido con perfecta armonía gobiernos y partidos en el Estado, en las Comunidades Autónomas y en los Municipios. En el plano económico nos hemos situado en el octavo lugar mundial, multiplicándose casi por 5 la renta por habitante. Las inversiones de nuestras empresas en Iberoamérica en la última década suman más de 100.000 millones de Euros. El sistema social garantiza la sanidad pública y las pensiones de nuestros mayores y la educación gratuita ha dejado de ser un derecho para convertirse en obligación. De ser un país con fuerte emigración, ahora contabilizamos más de dos millones de inmigrantes con sus papeles en regla.

El pasado es el creador del presente, y entre México y España hay un pasado común que se inició con un puñado de hombres al mando de un tal Hernán Cortés en el amanecer del siglo XVI.

Desde entonces hasta nuestros días esa identidad ha hecho posible que los miles de españoles, que por muy variadas causas, cruzamos los mares no nos sintiéramos extraños en estas tierras. Y de igual forma los miles de estudiantes mexicanos que cada año eligen España para cursar una maestría o llevar a cabo un intercambio de unos pocos meses o un doctorado de años. Recibo con tremendo agrado sus comentarios al regreso, a todos les queda la vivencia en un país distinto pero nunca extranjero.

Esta semilla cultural y sentimental germina con independencia de coyunturas políticas o económicas, es una marca que se lleva muy dentro, muy cerca del corazón. De ello nos pueden dar cuenta algunos de sus precursores aquí presentes: los Guadalupanos.

Termino con una cita del gran literato Don Miguel de Unamuno. Un mensaje perfectamente válido para aquellos que remueven el pasado buscando más confrontación que conocimientos, para los que discrepan de esta fecha y de lo que en ella celebramos: “Procuremos ser más padres de nuestro porvenir que hijos de nuestro pasado”.
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