CLXXX Aniversario del Estado Libre y Soberano de Jalisco

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El presente año 2003 el Estado Libre y Soberano de Jalisco, cumple 180 años de haber sido creado por medio de un acto modelo de civismo. Conmemorar tan importante suceso no sólo atañe a los que vivimos o nacimos en el Estado, sino a la República entera, porque nuestro Estado es bastión de la República, cuna del federalismo y sostén del Municipio libre.
 

Notario Pedro Vargas Ávalos

En las postrimerías del siglo XVIII, tanto el liberalismo con sus derechos humanos como sustento, cuanto el independentismo con la doctrina de la soberanía popular como estandarte, se habían aposentado en diversas partes de la entonces Nueva España, especialmente donde existían centros de enseñanza superior, como México y Guadalajara.

Cual faro de luz, el movimiento regenerador de la Revolución Francesa había irradiado por todos los confines de América sus luminosos principios libertarios. En el entorno señorial del antiguo Anáhuac, descollaba por méritos propios la provincia de la Nueva: Galicia, que con el moderno sistema geográfico-administrativo instaurado a fines del siglo XVIII, era conocida oficialmente como "Intendencia de Guadalajara".

Los naturales o residentes de esta región novohispana, eran personas con una peculiar formación: su imaginación era proverbial, su valor intachable y su afán de libertad singular . Esto los hace tener sentido de autonomía, que se finca en el hecho de haberse forjado en una provincia que poseía Consulado, Obispado, Seminario, universidad y una extensión que duplicaba a la Intendencia de México.

Ya en el año de 1794, cuando se gestó la más importante trama independizar al país de la metrópoli ibera, el alma de la misma fue un noegallego (futuro jalisciense) nativo de Sayula:

José Antonio Montenegro, practicante en el bufete del paisano Francisco Primo de Verdad y Ramos.

La esencia del plan aludido, era establecer una República, la cual se conformaría con cierto número de provincias, las cuales nombrarían representantes para integrar una especie de Congreso Nacional, el cual dictaría las medidas pertinentes para regular las actividades generales como la economía, la política y las ciencias.

Con todos los defectos que se quiera, pero ese suceso patentiza y acredita a plenitud, que aquellos futuros jaliscienses abrevaran en la fuente de la libertad y sus anhelos estaban puestos en lograr algún día la independencia de su patria.

A principios del siglo XIX, Guadalajara testimoniaba como surgían agrupaciones de pensamiento político avanzado. Entre sus integrantes destacaban jóvenes que llegarían a ser verdaderas cumbres nacionales, tales como Valentín Gómez Farías, Pedro Moreno, Juan de Dios Cañedo, Miguel Ramos Arizpe, Pedro Velez, José Justo Corro y Prisciliano Sánchez, por sólo nombrar algunos de aquellos almácigos de liberales en embrión.

Común entre esos personajes, era leer y dominar teorías sostenidas por autores como Alexis de Tocqueville, Juan Jacobo Rosseau o Montesquieu. De igual forma, se conocía la declaración de los derechos del hombre, la Declaración de Filadelfia, constituciones francesas de 1792, 1793 Y 1795, así como la de los Estados Unidos y diversos documentos de ciencias políticas, que elevan sus aspiraciones por alcanzar los ideales individualistas, populares, igualitarios y de unión, indispensables para la general.

El siguiente eslabón más importante, dentro de la cadena de jaliscienses que se turnaron históricamente para cristalizar en el país los anhelos de independencia, lo fue Primo de Verdad y Ramos, síndico del Ayuntamiento de México y auspiciador de la doctrina de la soberanía popular, cuyos fundamentos se propalaron por la Nueva España y calaron hondo en la conciencia de los tapatíos.

Si bien, la feroz acción de los irredento s partidarios del despotismo colonial se impusieron momentáneamente, al impedir que aquellas proposiciones de Primo de Verdad fructificaran, llegando incluso al asesinato, nada pudieron hacer para evitar que cundieran y cual polen de la libertad, fertilizarán la mente de los mexicanos.

Así surgieron focos de conspiración por diversos lugares de la colonia, destacando los de Valladolid y Querétaro. Esta últimaponderó la gran ventaja de que el movimiento estallara en territorio de la Intendencia de Guadalajara. La fecha sugerida lo fue el 1 de diciembre de 1810, para aprovechar precisamente las festividades que en tal ocasión se realizarían en honor de la Virgen de San Juan de los Lagos. Esta festividad solía congregar a miles de peregrinos y comerciantes, por lo cual no sólo ofrecía la reunión de posibles partidarios, sino que tendría muchas provisiones útiles para una campaña insurgente.

Estos planteamientos de los confabulados, coincidieron con las convocatorias a Cortes Españolas. En consecuencia, al tiempo que se adelantaba la guerra de independencia, partían hacia la península los primeros diputados electos por estas tierras; varios de ellos se habían fraguado en Guadalajara y allá, al otro lado del océano, darían dignas lecciones parlamentarias, de las cuales irían a salir las bases para que en México se instauraran las prácticas legislativas, pues como hemos de recordar, luego que se produjo la Constitución liberal de Cádiz, surgieron las llamadas "Diputaciones Provinciales", antecedente y escuela de los Congresos de diputados que se enraizaron en el país poco después.

Pero, mientras tanto, en nuestra ciudad tapatía se sucedían acontecimientos que dejaron gran huella. El Padre de la Patria, Miguel Hidalgo y Costilla, estuvo entre nosotros y formó un gobierno, dejando como lecciones imperecederas, lo indispensable de estructurar administrativamente los asuntos públicos, la necesidad de practicar el respeto y la igualdad, lo imprescindible de sostener relaciones con el exterior, y fortalecer la ilustración, la soberanía popular y acudir a resolver problemas agudos de índole social, tales como la repartición de tierras y la extinción de alcabalas o tributos inmoderados.

Tras el vértigo de Hidalgo, sobrevino una especie de abatimiento insurgente. Pero en el terreno de las ideas se siguió en la lucha sin cuartel. Por ese entonces los jaliscienses fuimos oficiosamente representados por el destacado constitucionalista Ignacio López Rayón, autor del documento conocido como "Elementos de Constitución" y enseguida coadyuvante en la elaboración de la Constitución de Apatzingan. Los principios aquí latentes, no se puede negar, venían de Francia, Estados Unidos y la madre Patria, pero se amalgaban a la idiosincrasia de los mexicanos y en ello radica su gran virtud, por lo tanto, no pueden ni podrían ser simples copias o transcripciones. De esa manera se fue cincelando el pensamiento de personajes locales, como el genial Prisciliano Sánchez.

En aquel momento, nuestra virtual Entidad se componía de 28 Partidos, que eran los siguientes: Guadalajara, Acaponeta, Ahuacatlán, Autlán, La Barca, Colima, Cuquío, Compostela, Colotlán con el Nayarit y Corregimiento de Bolaños, Etzatlán, Hostitipaquillo, Lagos, Mascota, Real de San Sebastián, San BIas, Santa María del Oro, Sayula, Sentispac, Tomatlán, Tala, Tepatitlán, Tepic, Tlajomulco, Tequila, Tonalá, Tuxcacueso, Zapotlán El Grande y Zapopan.

No hubo de esas divisiones territoriales, una sola en la cual ciudadanos y cabildos municipales, se hayan abstenido de emitir su parecer, invariablemente apoyando a la República Federada.

En 1819, la Nueva España en general vivía una etapa de recuperación, pues la lucha insurgente habíase casi diluido y ello daba una paz relativa que conjugada a muy atinadas medidas del gobierno, la fortalecían. En lo particular, la Nueva Galicia (llamada oficialmente Intendencia de Guadalajara produjo 4 veces más que el quinquenio precedente al Grito de Guadalajara); la pacificación y prosperidad no eran sino preludio de la tormenta definitiva, cuya primera demostración había sucedido en Cabezas de San Juan, España- el primero del año cuando Rafael Riego proclamó la restauración de la Constitución de Cádiz; el alzamiento cundió vertiginosamente en la península, fructificando el 7 de marzo cuando el rey mandó jurar el código de 1812. El 9 de julio se convocó a Cortés y al igual que en 1810, mientras se concentraban los del exterior, se nombraron suplentes de los residentes en España, entre los cuales se nominó al tapatío Juan de Dios Cañedo, a Miguel Ramos Arizpe también egresado de escuelas de Guadalajara y a José Mariano Michelena, José Ma. Couto, Manuel Cortázar, Francisco Fagoaga y José María Montaya, se encargaron de dividir el Congreso a fin de ganar terreno en su patria en pro de la emancipación. Como primer efecto de lo anterior se abolieron y restauraron respectivamente, las mismas instituciones y libertades que en 1812.

En México se supo del levantamiento apenas a fines de marzo y al mes siguiente se había jurado la Constitución; como un baño de helada agua cayó entre los reacios europeos y gobernantes tales nuevas, en consecuencia, lo primero que hicieron fue especular con ellas, en vez de secundar los acontecimientos verificados en la Metrópoli. Con aquel motivo de la restauración de la Constitución de Cádiz, la Nueva España genuina consideró no estar dispuesta a dejar escapar la dorada posibilidad de gozar de aquel benéfico código y el 25 de mayo el comercio veracruzano obligó a su Gobernador a proclamarla; ante la inminencia, el virrey lo tuvo que hacer seis días después y sólo aquí en Guadalajara la rígida mano del gobernador don José de la Cruz, no permitió motines para verificarlo sino que, siendo inevitable el hecho, mejor preparó en una semana lo necesario para jurarla con toda pompa, lo que realizó el 7 de junio y al siguiente día lo imitaron todas las demás instituciones.

Inmediatamente se constituyó la Junta Provincial de Censura para lo relativo a la libertad de imprenta, quedando casi igual que la de 1813, pues la integraron: el arcedrano de Catedral Juan José Moreno; el tepatitlense presbítero Toribio González; el filántropo tapatío por adopción Juan Manuel Caballero; el eminente galeno tapatío Pedro Tamés y el jurisconsulto José María Velarde; casi todos jaliscienses y educados en la Universidad, eran muy apreciados por sus ideas y virtudes.

El 27 de agosto se eligieron los diputados a Cortes, que resultaron ser: Domingo Sánchez Reza, Joaquín Medina ya vice-rector del seminario; José Miguel Ramírez ahora prebendado de Catedral, y el cura de Tonalá don Bernardino Arnati; en' cuanto a la Diputación' Provincial, ésta quedó integrada por: Toribio González, Juan Manuel Caballero, José Miguel Gordoa y Martín Vergara, que se desempeñaban como prebendado el de Teparitlán. Miembro de la Junta de Censura al igual que el anterior y rico comerciante el segundo, Rector del Seminario y exdiputado de Cádiz el tercero y el último como regidor de la ciudad. Ahora bien, la Diputación Provincial en un principio la formaban las Intendencias de Guadalajara y Zacatecas y para establecerla hubo necesidad de que se dictaminara por la Junta Preparatoria Electoral integrada por el Jefe Político, el obispo, un oidor decano, el alcalde más antiguo, un síndico procurador, el intendente y 2 individuos de la sociedad, que se nominarían 4 diputados por Guadalajara y 3 por Zacatecas. La jurisdicción abarcaba en Zacatecas, Aguascalientes, Nayarit, Colima y Jalisco, considerados actualmente. Empero, al emitirse nuevas disposiciones, los ahora electos sólo tendrían jurisdicción sobre la Nueva Galicia o sea, funcionaría la Diputación Provincial separada de la de Zacatecas. Ésta formaba su propio rumbo, pero siempre afín a Guadalajara.

Los asuntos principales sobre que legislaría la Diputación de Guadalajara eran: Contribuciones, fondos municipales, funcionamiento de ayuntamientos, educación y las actividades productivas e inventivas; formar censos y estadística, asistencia social "casas pías", y dar parte de las violaciones a la Constitución a las Cortes.

La aberración que a los peninsulares causaba aquella carta magna gaditense de claros matices liberales, forzó a éstos (los españoles de México) idear la forma de evitarla, no encontrando otra manera que, liberándose de la metrópoli; un brusco viraje se operó en aquellos acérrimos enemigos de la independencia y en secretas reuniones se dedicaron a cristalizar sus planes destacando en ésta las juntas que se efectuaban en el convento de la Profesa de la Ciudad de México, dirigidas por Matías de Monteagudo, clérigo hispano- y el ex inquisidor José Tirado, además del licenciado Juan J. Espinoza de los Monteros. La primera gran misión era contar con un jefe capaz de dirigir las cuestiones militares y lo encontraron en la persona de un realista a la sazón inactivo: Agustín de Iturbide, quien al fin veía la posibilidad de saciar sus ambiciones; los conjurados, sagaces e influyentes, convencieron al Virrey para que le extendiera el nombramiento de Jefe del Sur el9 de noviembre y a fines del año 1820 los conspiradores, que todo querían prever y sabían de la importancia de Nueva Galicia, enviaron un emisario para concertar al obispo Juan Cruz Ruiz de Cabañas y don José de la Cruz, siendo tan delicada misión encomendada al comisionado del comercio de Manila.

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